lunes, 10 de mayo de 2010

Cacerías sobre un iceberg, de Ambrosio Blest


La última noche en el Ritz tuve un sueño que nunca olvidaré. A pesar que no tengo memoria y todos mis sueños se esfumaron de mi cabeza, aquella pesadilla me persigue como una maldición. Hasta el día de hoy no sé si fue un sueño o un recuerdo que brotó del fondo del pasado.
Me despertó la sed que ardía en mi garganta como una piedra caliente. Recordé una botella de agua escondida en algún lugar del cuarto y me dispuse a pasar otra noche insomne. Sin embargo, al levantarme de la cama, me golpeé la cabeza con algo blando, como un cojín de terciopelo, acolchado y espeso. Advertí que la ventana no irradiaba la luz del Paseo; ni tampoco los ruidos y voces de la calle, sino que todo era silencioso y profundamente oscuro. La certeza de que soñaba me llenó de miedo y me puse a gritar hasta que la falta de aire me dejó sin aliento. Entonces comprendí que me habían enterrado vivo.

Jorge Ojeda / NOTAS PARA UN PROBABLE LIBRO DE POESIA: El Hombre de Endimión


“Nunca te importó la epidermis

de tu lengua, ansioso por la sangre

más ardiente, la más corrosiva.

Ahora estás desamparado en tu profunda

condescendencia, porque allí abajo

las palabras se convirtieron en otra especie

significante, en insoportables engendros

ajenos a tu dirección, a tu furiosa negligencia,

cobrándotelo todo.

Tu desgarro adquirió su forma, la esencia

de tu más íntimo desafío.

Encontraste lo que buscabas, ahora puedes

moverte en la dirección que se te antoje,

revolcándote en su primario fango

sublimador, aunque ya no puedas terminar

ningún poema…”