Como investigadores/as, buscamos
exponer que nuestras corporalidades también comparten las marcas y trazados de
las normalizaciones y naturalizaciones, pero, al mismo tiempo, procuramos,
desde esta localización crítica, romper con los binarismos que han ubicado al
cuerpo como objeto pasivo de conocimiento, para postularlo ahora también como
agente y como ese espacio a partir del cual podemos conectarnos con otros/as,
habilitando una comunicación fluida que proporciona movilidad y permeabilidad a
las fronteras entre el yo y los otros. Por otra parte, replantear el lugar del cuerpo
en los procesos de construcción y adquisición del saber, ciertamente posibilita
problematizar la comprensión de la construcción de las subjetividades, donde a
algunas históricamente se les ha atribuido estar más determinadas por el cuerpo
que otras, quedando privadas por este hecho de participar en la producción de
conocimiento autorizado. Precisamente, al situarnos como sujetos corporizados,
desestabilizamos las premisas epistemológicas que disocian jerárquicamente
cuerpo/mente, a la vez que abrimos la puerta a otros saberes y otras
modalidades del conocer, apartándonos de parcelarizaciones académicas que
terminan frenando el intercambio solidario y necesario entre las distintas
disciplinas de estudio.
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Los mala leche p´al yougurt